Para ver con perspectiva la relación entre la COVID- 19 y la Enfermedad de Parkinson, cabe tener en cuenta la relación entre las
infecciones respiratorias en general y la Enfermedad de Parkinson. Por un lado, las infecciones respiratorias se encuentran entre las cinco principales causas de hospitalización en los pacientes con
Enfermedad de Parkinson (EP), en concreto las más frecuentes son las neumonías por atragantamiento. Además, la neumonía es la principal causa de muerte en pacientes con EP.
Esto es así porque en la EP se dan varios factores que alteran los mecanismos de la tos y por alteración pulmonar, ambas condicionadas
por la rigidez muscular, la medicación y la progresión de la propia enfermedad.
Por tanto, la infección por el nuevo coronavirus SARS-CoV2, causante de la enfermedad denominada COVID-19, merece unas consideraciones
especiales en este grupo de pacientes.
En primer lugar, como datos generales, la COVID – 19 puede provocar un amplio espectro de manifestaciones clínicas, desde una infección
asintomática, una sintomatología leve, o, en aproximadamente un 14% de los infectados, una enfermedad grave con dificultad respiratoria y afectación pulmonar. Dentro de éstos últimos, aproximadamente
un 5% de los contagiados sufrirá una enfermedad muy grave o crítica que requerirá ingreso en una UCI y ventilación mecánica. Los casos mortales se contabilizan como aproximadamente el 2% de los
infectados en general.
La literatura disponible hasta el momento sugiere que los factores asociados con peor evolución de la enfermedad incluyen el sexo
masculino, la edad avanzada (a partir de 50 años), la obesidad o sobrepeso, tabaquismo, las comorbilidades como hipertensión arterial, diabetes, cáncer, enfermedad cerebrovascular o enfermedades
cardíacas, enfermedad renal crónica, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y otras enfermedades pulmonares, demencia o tratamientos inmunosupresores previos.
La Enfermedad de Parkinson y otros parkinsonismos no se consideran hasta el momento factores de riesgo por sí mismos para contraer
COVID-19, aunque sí parecen predisponer a sufrir una enfermedad más grave, probablemente en parte por las características inherentes y comorbilidades de esta población, ya que habitualmente comparten
muchos de los factores considerados de riesgo, como la edad avanzada, la predominancia del sexo masculino, la mayor probabilidad de enfermedades cardiovasculares coexistentes y el mayor riesgo de
disfunción respiratoria.
En series de pacientes a seguimiento en centros de trastornos del movimiento, sufrir un síndrome parkinsoniano o demencia se asoció con
una mortalidad más alta que la informada en la población general (aunque más baja que la asociada a otros factores bien reconocidos de mal pronóstico). Dos tercios de estos pacientes requirieron
hospitalización, lo que supone casi tres veces más que la tasa de hospitalización en la población general. Esto apoyaría la hipótesis de que los pacientes con trastornos del movimiento tienen un
riesgo aumentado de mala evolución en caso presentar la enfermedad y probablemente mayor mortalidad.
En cuanto a la presentación clínica de la enfermedad, de manera específica en el grupo de pacientes con Enfermedad de Parkinson,
aparecen como manifestaciones frecuentes la confusión, debilidad generalizada, empeoramiento de los síntomas motores de su enfermedad y las cifras de tensión arterial baja, aunque los síntomas
habituales (tos, dificultad respiratoria, malestar general) siguen apareciendo también en estos pacientes de manera prácticamente universal. En la población general aparecen con frecuencia en esta
enfermedad la pérdida de olfato y gusto, y se ha postulado que en los pacientes con parkinsonismo previo habría menos probabilidades de que la enfermedad debute con este síntoma porque muchos de
ellos tienen ya pérdida de olfato de larga evolución en relación con su enfermedad de base.
Se han descrito también varios casos aislados de pacientes que han desarrollado un parkinsonismo semanas después de haber contraído la
enfermedad COVID-19, aunque la relación causal no está probada y serían necesarios más estudios a largo plazo. A lo largo de la historia ya anteriormente se había planteado la hipótesis de que otras
infecciones virales y bacterianas podrían ser desencadenantes iniciales en la Enfermedad de Parkinson, aunque no se ha llegado a demostrar.